El creador del concepto ‘Realidad Virtual’ ve potencial en Kinect para explorar nuestra mente
Una noche el pasado noviembre, Jaron Lanier se formó afuera de una tienda de videojuegos en California y contó los minutos para poder comprar Kinect para Xbox 360. Lanier, tecnólogo, experto en computación, compositor y una de las “100 personas más influyentes del 2010” por la revista Time, estaba igual de emocionado por poseer la cámara de detección de movimiento de Microsoft que los demás jugadores en la fila, los cuales, notó de inmediato, eran mucho menores que él. Pero dicha observación lo avergonzó sólo un poco.
Jaron Lanier: músico, escritor y arquitecto socio de Microsoft Research.
“Como adulto y padre de familia, no puedo creer que hice eso”, afirma Lanier, arquitecto socio de Microsoft Research. “Pero estaba verdaderamente emocionado”.
Había estado esperando ese momento durante mucho tiempo. En Microsoft Research, fue asesor durante años en el proyecto que finalmente se convertiría en Kinect. Pero en realidad, la historia se remonta mucho más atrás. Lanier ha dedicado décadas a estudiar la frontera de la interacción entre los humanos y las máquinas. Hace 30 años, en Silicon Valley, unos amigos y él se convirtieron en los primeros avatares, es decir, en representaciones móviles de ellos mismos en el espacio cibernético. Desde entonces, los avatares forman parte de las aventuras de la industria de la ciencia de la computación.
Lanier considera a Kinect como una innovación para esas aventuras, un caso raro en el cual la tecnología rebasa lo que sucede en los laboratorios de investigación. Y es precisamente por eso que decidió ingresar a Microsoft en el 2006 como becario, a pesar de lo que él llama “una larga historia de no poder conservar un trabajo de verdad”.
“Este es el único lugar del mundo —público, privado o de otra índole— donde algunas de las cosas con las que he soñado han logrado ver la luz”, comenta. “Eso es algo extraordinario”.
Ampliando nuestra forma de pensar
Lanier sueña con la tecnología desde hace mucho tiempo. Tal y como lo mencionan todos los perfiles y artículos escritos sobre él, en los años 80 acuñó el término “realidad virtual”, mismo que se ha incorporado en nuestro idioma. “Creo que ha habido más realidad virtual que sexo en las películas en la última década”, bromea.
No obstante, le resulta difícil definir el significado actual del término, o determinar si esas primeras visiones se han cumplido. La realidad virtual quizá ha tenido mayor éxito como tecnología industrial. Lanier señala: “Los cirujanos generalmente ensayan las operaciones en simuladores, y hoy día no puedes comprar un automóvil del cual no se haya creado un prototipo en realidad virtual”.
Pero las experiencias que Lanier y sus amigos vivieron en un garaje hace 30 años, cuando se transformaron en avatares dentro de ambientes inmersivos, no se han vuelto algo común y corriente. Eso se debe a que, durante años, tenías que ponerte un traje incómodo para ser un avatar. Kinect cambió eso de la noche a la mañana, asegura Lanier. Su cámara puede captar al instante lo que el cuerpo hace y trasladarlo a un avatar.
Es demasiado pronto para imaginar todas las posibilidades que Kinect desatará, pero Lanier considera que es el inicio de algo profundo. Lo que más le entusiasma no es la capacidad de verte a ti mismo en un ambiente 3D inmersivo, sino el hecho de que tú mismo cambias. En un artículo para el Wall Street Journal escribió: “Kinect representa una nueva ola de tecnología que tiene el potencial de ampliar nuestra forma de pensar”. Si le preguntamos lo que eso significa, comenzará a hablar sin parar sobre los avatares no humanos y la cognición somática. (Somático significa “del cuerpo” —Lanier con frecuencia se disculpa cuando intenta explicarlo dentro del contexto de su investigación—. “Incluso cuando tengo mucho espacio para escribir sobre ello, sigue siendo difícil”, afirma.)
Básicamente, considera que existe un potencial inexplorado en el cerebro al cual podríamos acceder cuando jugamos con avatares no reales. Una posible área de aplicación es la educación, donde los estudiantes podrían transformarse, por ejemplo, en una molécula durante una clase de química, o en un triángulo para estudiar geometría.
“Lo que intento descifrar es si existe otro canal hacia la inteligencia, si nuestro cerebro posee otro océano a la espera de ser explorado”, explica. “Ese es el tema que realmente me interesa explorar, y pienso que Kinect podría ser el primer paso para comprenderlo”.